Carlos V

Carlos V
Carlos V

Carlos V, hijo de Juana I de Castilla, conocida como Juana la Loca, y Felipe el Hermoso nace en Gante el 24 de febrero de 1500. La muerte prematura de su padre y la incapacidad de su madre lo convierten en heredero de la corona a muy temprana edad. Su abuelo, Fernando el Católico y, tras la muerte de éste, el cardenal Cisneros, tienen que ocuparse de la regencia del reino hasta 1518, fecha en la que las Cortes de Castilla, reunidas en Valladolid, lo juran como rey.

Carlos es un joven inexperto que desconoce las costumbres y el idioma, y se rodea de colaboradores traídos de los Países Bajos, a los que le procura altas dignidades y acceso a rentas y riquezas. Las revueltas de los comuneros y de las germanías muestran el malestar de ciertos sectores hacia este rey “ajeno”. Solucionados estos brotes de rebelión, Carlos V se dedica a organizar la administración de sus estados. Desde su llegada los gastos de la Casa Real crecen de forma considerable a causa de las fastuosas fiestas y ceremonias que implanta en la corte.

En 1526 se casa en Sevilla con Isabel de Portugal, una bella mujer con la que tienen cinco hijos, entre éstos el futuro Felipe II y la princesa Juana de Austria. La muerte de la emperatriz, en 1539, le deja una profunda huella.

Carlos V es un firme defensor de la iglesia católica y, desde el primer momento, se opone a las tesis luteranas, aunque no puede impedir la división religiosa de Europa en dos bloques, protestantes y católicos. Este fracaso es, quizás, el que más le pesa a lo largo de su vida: por tratarse de algo que afecta a su profundo sentido religioso y porque el foco de la herejía se sitúa en las tierras de sus antepasados. De su piedad no hay que dudar. Oye misa cada día  y, en días señalados, asiste a vísperas y a otros oficios; guarda los ayunos que ordena la Iglesia y los jueves santos lava él mismo los pies de trece pobres y les sirve la comida.

Es notoria su afición al buen comer, costumbre que acaba acompañada de ataques de gota, y su interés por los libros de caballería y por destripar relojes.

Desde el primer momento la relación y la confianza entre Carlos V y Francisco de Borja es completa. Ambos provienen de un ambiente familiar culto y religioso. Francisco respeta y sirve con lealtad al emperador, con el que comparte la afición por los caballos. Durante seis meses estudian juntos matemáticas, historia y cosmografía con el mismo maestro, el cosmógrafo imperial Alonso de Santa Cruz. Juntos escuchan música, y practican la caza. Francisco de Borja será, a lo largo de toda su vida, un hombre leal a Carlos y Carlos intentará por todos los medios contar con sus servicios, primero como marqués de Llombai, luego como duque de Gandía y después como jesuita.

Carlos V no puede, en su retiro de Yuste, desentenderse totalmente de lo que ocurre en el mundo; cartas y mensajeros llegan informándole constantemente de lo que ocurre en el mundo. El disgusto que amarga los últimos meses de su vida, son los focos luteranos que se descubren en Valladolid y Sevilla

La gota y el paludismo acaban con la vida de Carlos, que fallece el 21 de septiembre de 1558.

 

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